Como
si de un cuento se tratará, debería comenzar con el clásico de
“Erase una
vez....”,
pero en este que voy a narrar, quizá ese “Erase una vez...”
combine mejor
que
en muchos de otros casos, pues fue así tal cual y dejó de serlo de
la misma
manera
que comenzó. Hablando en pasado y no en el presente o inmediato
futuro.
Ya me
cuesta establecerme en los recuerdos, sino fuera por lo que en mi
vida marcó.
A lo
que me llevó a vivir y a lo que con los años, me he aferrado como
algo mío. De
mi
propiedad, y que ahora os voy a contar.
Como
actualmente suele pasar, pues es el medio más empleado, merodeando
un día
por
internet dentro de mi cuenta de face, alguien me saludo con mucho
empeño.
Su
perfil era serio y resultaba muy interesante. Lo ojeé como si tal
cosa, después de
haber
recibido y leído su mensaje privado. Eso es algo irremediable y que
considero,
hacemos
todos en estos casos. Se llamaba Caballero Tuyo. Su foto de la cual
os haré
participes,
era un Caballero medieval con su estandarte y brillante armadura. No
sé si
el
destino quiso que las cosas pasarán o debían pasar por algún
motivo, pero le acepté
y ahí
comenzó ese amor que tiempo atrás había perdido y ya no esperaba
encontrar.
Quiero
pensar que fue todo eso, lo que nos unió, pues siendo que decenas de
personas
me
mandan solicitud, como me imagino que a todos vosotros, o se
comunican por
mensaje,
nunca doy pie a conversación o amistades.
Con
él todo se alió en ese destino, que me hizo responder y dejar que
todo fluyera
con
naturalidad y parsimonia. Al principio los mensajes eran más bien
limitados y
concretos.
Un previo conocimiento del otro, aunque debo reconocer, que era mi
mayor
satisfacción, abrir mi ordenador, introducirme en las redes y ver su
mensaje.
Era
como algo necesario para mí, y lo esperaba con impaciencia. Incluso
diría que si
no lo
hallaba, me sentía molesta. Aunque no fue el caso, pues quizá en
todo el tiempo
que
la relación se llevo por estas vías, un único día, me fallo en mi
despertar. De estos
pasos
él fue yendo a más cada día. Amanecía, me conectaba y ahí tenía
puesta una
flor.
Cada día una diferente, deseándome un feliz día o tan solo,
diciéndome un hola.
Mi
rostro sé que cambiaba al contemplar esto. Una sonrisa infantil se
dibujaba en mi
rostro
y como un gusanillo en mi interior, unas cosquillas extrañas me
hacían sentir
muy
feliz, muy completa, muy llena. Llena de él y su presencia.
El
saber que el pensaba en mí en cada uno de sus amaneceres, me hacía
sentir
orgullosa
e ilusionada.
A
medida que pasaba el tiempo, las conversaciones eran mas continuas y
prolongadas.
Ya nos conectábamos por otros medios, como messenger, o por
teléfono.
Nos empezamos a mandar mensajes, me llamaba y pasaban horas, en las
que
ahora al día de hoy, no sé muy bien de que hablaríamos durante
tanto
tiempo.......Parece
casi inverosímil, tener tanto que decir a alguien con el que hablas
a
diario,
pero así era. Quizá en tantos ratos, tuvimos momentos de ángel, de
esos que
se
dice que se tienen, cuando dos personas callan sin saber porqué y se
hace dicho
comentario.
No lo sé y ya no lo sabré.
Los
días iban transcurriendo, y lo que de una manera absurda se creo,
fue tomando
diferentes
carismas. Ya era un deseo mutuo el que nos envolvía en cada mensaje,
en
cada
contacto telefónico.
Nuestros
cuerpos ya pedían mucho más que palabras. Necesitaban hechos, y así
sucedió.
Decidió dar el paso y venir a mi casa a conocerme en carne y hueso.
Me
dio ese arrebato de marujeo que a todos nos da, ante una visita, y
más siendo tan
deseada
y esperada. Limpié hasta lugares que desconocía de mi
casa....Preparé una
rica
comida y planeé esa tarde.
El
venía desde Barcelona a Zaragoza para verme y yo esperando en el
andén, volaba
junto
a mi imaginación, a como sería ese primer encuentro.
Él
desde su salida, por mensaje iba colocándome en cada paisaje que
recorría. Cada
paso
que daba y cada rincón que veía. Su último envío fue entrando ya
en la estación,
y ya
en ese momento mi corazón se salió de mi cuerpo.
Ya no
eran nervios, ni deseo....Era desesperación. Pero todo eso se alejo,
cuando entre
la
gente, le vi lentamente acercándose a mí.
Lo
veía subiendo por las escaleras, ya casi llegando a mi lado y mis
impulsos
superaron
a mi raciocinio. Sin pensármelo ni un segundo, me tiré a sus brazos
buscando
esa boca, que tanto y tanto había soñado, sellando la mía.
Tenía
los labios calientes, casi hervían y su entrega al igual que la mía,
fue tal, que en
ese
mismo momento ambos supimos que duraría para siempre jamás, aunque
la ironía
de la
vida y sus peculiares azares, hicieran que ese “jamás” llegará
demasiado
temprano,
sorprendiéndonos casi como a aprendices de la vida, aún teniendo
ambos
una
edad ya bien reconocida y una vida bastante ya vivida.
El
transcurso del resto del día fue perfecto y maravilloso.
Conversaciones
interminables,
más besos y caricias, nos iban llevando a esa situación que reinaba
en
el
ambiente, pero a la que ninguno, daba ese primer paso. No sé muy
bien el porqué.
Si
serían los nervios, la propia excitación, ese tanto deseo
reprimido, pero que había
que
romper de la mejor manera. Y porque no yo. Él había dado el paso de
venir y yo
lo
daría ahora, porque lo deseaba más que a nada en este mundo. Porqué
necesitaba
alimentarme
de su boca y respirar el aliento que exhalaba.
Tímidamente
mi cuerpo se iba acercando más al suyo. Ya no nos separaba ni la
fina
linea
de un suspiro de aire. Le cogí su cara morena, con esos ojos azules,
color de su
mar
mediterráneo y lo besé, con toda la pasión de alguien que si no lo
hace, morirá en
ese
momento. La vida se me iba en ello, y quería que fuera él quien la
recogiera.
Cuerpos
pegados, caricias desesperadas, olores llenando la habitación, y
todo
inundado
de amor, se transformó en pasión, lujuria desbordada. Incontrolada.
Manos
que
buscan impacientes, encontrando todo aquello que buscan. Cuerpos
desnudos
rellenos
de fulgor, de capacidad de dar y recibir, de busca y otorgar. Sudor
recorriendo
las pieles, mientras las caricias llegan a recorrer los abismos del
infierno.
Sí.
Un infierno emocional, donde deseas permanecer siempre, pero juntos.
Este
amor siguió durante un cierto tiempo. Íbamos y veníamos mientras
crecía y se
hacía
poderoso, fuerte y afianzado.
Cada
encuentro era mejor al anterior y un día sin más me dijo la palabra
prohibida
para
él. TE AMO. La dijo. Sí. Claro que la dijo. Le daba miedo y pavor
pronunciarla,
aun
cuando la demostraba a cada segundo, pero era reacio a decirla. Pero
lo hizo y le
ame
aún más si pudiera ser.
Nada
ni nadie iba a romper, lo que con tanto empeño, paciencia y amor,
habíamos
construido.
Aunque la realidad fue otra. Muy diferente a la esperada.
Él
en unos pocos meses iba a jubilarse aún siendo joven, pues en su
trabajo la
jubilación
es anterior a la normal. Era bombero.
En
nada lo tanto deseado por ambos se haría realidad. Vivir juntos en
cuanto fuera
efectiva
y pudiera trasladarse él, o bien yo. Aún ese punto no lo habíamos
planteado.
Quedaba
tiempo o eso pensábamos.
Una
noche de Diciembre, una noche con número nueve de un diciembre de un
año en
curso
2010, como cada noche su llamada, me puso en aviso de que estaba
hospitalizado
por un problema sin importancia. Que no fuera, pues estaba bien
atendido
y al día siguiente si todo iba bien, le darían el alta.
Yo,
obedecí, aunque aún al día de hoy, maldigo ese acatar. Esperé en
casa en
insomnio,
esperando su llamada tranquilizadora. Cuando sonó el teléfono y le
oí,
todos
mis músculos se relajaron por fin. Todo estaba bien y le daban el
alta al día
siguiente,
pero ese día no llegó. Ni llegará, pues la noche se lo quiso
llevar sin
explicaciones,
dejándome abandonada, sola, hundida, sin capacidad de amar...Aun al
día
de hoy todo sigue igual. Sigue siendo mi amor apasionado, al que
dedicó gran
parte
de mis escritos, que basándose en mis sentimientos, me dejan abrir
mi corazón
libremente,
y seguir soñando con príncipes azules, que algunas veces
existen.....Gracias
a todos y espero os haya gustado mi experiencia...
Para mi Caballero Tuyo.......... ©MdE Piqueras®